15 sept 2014

Paradeux

Me rehúso a creer en ese Dios que me describes, al cual amas y por quien darías tu vida.

No aceptaré esa paradoja de la que me hablas, no creo en un destino fijo, y por ello me es imposible concebir un Dios que nos da libre albedrío y al mismo tiempo ya tiene un plan para todo y todos. ¡Es una paradoja! Si tiene un plan para todo, nos posiciona como sus instrumentos, definición que, además, muchos aceptan gustosos. Esto me resulta indignante, pues dejamos a un lado el rol de sus hijos, convirtiéndonos en una especie de juguetes, haciendo lo que nos dicta hacer. Como paréntesis, tal premisa echa abajo toda definición de bueno y malo, pues al estar acatando las instrucciones de ese ser superior, nos remitimos a que toda acción sucede por una voluntad única, la cual crea sus propios rivales y enemigos.

Entonces, no importa lo que hagamos en esta vida, ni siquiera las acciones consideradas como pecados, pues es la traducción de la voluntad de Dios y no de la nuestra, porque ya estamos destinados a ciertos triunfos y derrotas. En términos prácticos, si hago algo de mi vida o no, no hay problema, pues no se trata de mi decisión, sino del plan que Dios tiene para mí, y será ese el que se cumpla, no los míos. Siendo así, ¿para qué esforzarse?

De esa voluntad divina se deriva otro tema muy conveniente para sus adeptos, que es el de dejar todo en las manos de Dios, deslindándose de las responsabilidades de sus actos. No puedo recordar cuántas personas he escuchado decir con seriedad y convicción la frase que tanto enojo y risa me ocasiona: “Así lo quiso Dios”. Y también es usada proyectada hacia el futuro, con el “Será lo que Dios quiera”. No hay mejor pretexto para evitar las consecuencias de las acciones propias que responsabilizar a un ser superior por ello. ¿Quién de los creyentes le va a reclamar al que representa la máxima sabiduría, traducida en un plan infalible y definitivo para todo ser viviente? ¿Cómo asegurar que se ha equivocado en lo que te sucede, si se supone que sus planes son los mejores?

Y siguiendo esa lógica, tal vez el plan que tu Dios tiene conmigo sea el de cuestionar su obra. Si todo lo que acontece en este mundo está apegado a una línea predeterminada por esa deidad, entonces ¿realmente soy un blasfemo al cuestionarlo? Sería la voluntad de Dios la que se estaría ejerciendo, yo sólo sería su instrumento. Es más, la afiliación a su doctrina ni siquiera sería por nuestra voluntad, pues ya hay un plan para ello, ya están destinados a ser santos los que deben serlo, no tienen más que esperar el momento indicado. Incluso los “enemigos” de Dios no tienen culpa real en contrariar a su “padre”, ya que se supone que todos somos “hijos de Dios” y sólo están siguiendo la voluntad de él, quien tiene un plan para todo. El traidor por excelencia, Judas Iscariote, tendría justificada su acción, pues ya todos los acontecimientos que culminarían en la crucifixión de Jesús, hijo único de Dios, estaban predeterminados, por lo que no tendría culpa alguna que atribuírsele. Y como este ejemplo, muchos más en las historias de héroes y villanos que sustentan a varias religiones, no sólo la de ese Dios hacedor de planes.

¿Ves por qué reniego de un Dios así? Porque se convierte en una excusa para todo, lo bueno y lo malo. Demerita y menosprecia todas las acciones humanas, convirtiéndolas en una voluntad ajena y que, por ende, se justifican sin importar las consecuencias. No importa si traicionas o dañas a otros, no importa si eliges mal en la vida, porque al final podrás decir “Así lo quiso Dios” y justificar el resultado de esas decisiones bajo tal premisa.

Ahora bien, estas blasfemias que he mencionado no quieren decir que no crea en una entidad divina. Aún creo, pero no en que hay alguien dictando cada uno de mis pasos y acciones, que ha definido mi destino incluso antes de ser concebido. Me rehúso a creerlo por mera sanidad mental, porque si creyera que así es, perdería sentido mi vida; si estoy destinado al éxito, no tendría por qué preocuparme, y si estoy destinado al fracaso, no tendría por qué esforzarme. Por ello considero sumamente peligroso el creer en esa paradoja de que el destino o que un ente supremo ya ha predispuesto todo para nosotros siendo que, supuestamente, tenemos libre albedrío.

Claro que también considero la posibilidad de estar equivocado en estas palabras, pero siendo así, no habría de qué preocuparse en realidad, pues todo es parte del plan de Dios.

5 sept 2014

Cazador

Ya no recordaba la hora en que había recibido la llamada de su jefe, aún cuando claramente preguntó a su interlocutor si sabía qué hora era y por qué la despertaba. Lo que sí recordaba era la luna escondiéndose entre las oscuras nubes denotando que aún faltaba mucho para el amanecer.

Judith llevaba en su mano derecha el café adquirido en el minisúper contiguo al edificio donde laboraba, mientras que con la derecha parecía hacer malabares con las hojas del expediente que le dieran al entrar en su área de trabajo. Ahí estaba toda la información que necesitaba, o más bien, con la que disponían en el departamento policiaco, y no era demasiada en realidad. La mayoría de las hojas mostraban datos aleatorios que los capturistas y supuestos investigadores habían anexado y considerado como relevantes, como el historial escolar y médico de las víctimas, pero sólo para dar más volumen a la carpeta que de manera irremediable terminaría archivada en los estantes de casos sin resolver.

Caminó por los pasillos casi vacíos de la oficina, leyendo los pocos detalles que consideró importantes para el interrogatorio. Llevaba años estudiando ese caso... pero el estudio oficial difería mucho del estudio real, así que su conocimiento del criminal en cuestión era escaso, muy similar al que los medios de comunicación habían ofrecido cuando se dio a conocer, es decir, muy difuminado e incierto. Lo que sí sabía con seguridad era que todas sus víctimas eran inocentes.

Era como la mayoría de los asesinos seriales, nadie le dio importancia hasta que no fue demasiado tarde. Se requirieron seis víctimas para que la policía comenzara a ser cuestionada por la prensa, y muy probable era que ayudara el que esa sexta víctima fuese una de las celebridades con más carisma en la ciudad, el joven sacristán de la parroquia principal, famoso por sus declaraciones tan sinceras respecto a su vida en la Iglesia y que develaron algunas irregularidades en el funcionamiento de la burocracia eclesiástica de la zona. A la mente de Judith acudieron los recuerdos del escándalo inmediato que se suscitó y de las agresivas pero falsas acusaciones contra el sacerdote en turno. Tardaron cerca de medio año en dejar claro que el homicidio no fue cometido por nadie del clero, pero que sí estaba relacionado con anteriores muertes que en su momento consideraron “normales"”, como si morir con una bala en el corazón fuese de lo más normal.

Al fin llegó al interrogatorio que, por tratarse de un caso tan delicado, se realizaba en la oficina del director de seguridad. Cuando supo de ello, Judith sospechó que el supuesto asesino estaba “bien parado” y que en cuestión de minutos saldría libre por falta de huevos, aunque el reporte dijera que era por falta de pruebas. Eso le había enfurecido bastante al punto de olvidar su termo cargado de cafeína en el comedor de su departamento.

Sin embargo, cuando los dos policías uniformados le dieron acceso a donde se encontraba el sospechoso, se disipó su idea de con quien iba a tratar los siguientes minutos.

-Al fin llega. Este es el presunto asesino –dijo su superior, el prospecto a dirigir la seguridad pública de la ciudad, el comandante Reynaldo, mientras señalaba al sujeto sentado frente a él-, así que a trabajar. ¿Ya tiene toda la información?

-No toda, jefe –Judith sabía que su jefe odiaba que sus subordinados no estuviesen preparados, pero confiaba en que esa ocasión fuese la excepción de su ira-. Espero pueda auxiliarme con los detalles de la detención.

-Lo vieron y detuvieron cerca de la que ahora consideramos la más reciente victima del “Cazador” –respondió Reynaldo con algo de impaciencia, pero con más ansiedad y preocupación-. Se ha negado a hablar, Judith.

-¿Judith? –preguntó de inmediato el presunto “Cazador” al escuchar el nombre y lo que pareció un brillo de ilusión apareció en sus ojos- ¿Te llamas Judith?

-No tiene por qué responder, recuerde que el interrogado es él, no usted.

-Lo sé –respondió Judith a su jefe mientras acercaba una silla a donde se encontraba sentado y atado el sospechoso-, pero si vamos a hablar de lo que ha hecho, al menos puede saber con quién tratará. Sí, me llamo Judith, ¿y tú quién eres?

-No me reconoces... Claro que no me reconoces, aún no despiertas, no te has enterado de lo que sucede, lo entiendo. A mí también me sucedió al principio, con la confusión, las voces, todo eso.

-¿Cuáles voces? ¿Sabe por qué está aquí?

-Las voces... –el sospechoso miró a Judith fijamente, explorando su semblante por unos segundos y en silencio- No, tal vez aún no. Entonces no tiene sentido que hablemos, no se ha enterado, no es el momento.

-Es el momento, no hay mejor momento para hablar al respecto. ¿Qué le parece si se relaja un poco mientras voy por un café. ¿Quiere uno?

Sólo obtuvo silencio, pero con la mirada aún fija en ella. Judith se dirigió a la puerta y con una seña discreta llamó a Reynaldo al exterior también.

-No me dijeron que estaba así. No soy especialista en tratar con gente... así.

-Lo sé, y no la hubiésemos llamado si no se tratara de algo importante. Ese tipo de ahí adentro fue visto estrangulando a un niño de once años en la calle. ¡Once años! Tenemos encima a cuatro medios preguntando al respecto, Dios sabe como se enteraron, y el escándalo va a llamar mucho la atención al amanecer. Necesito una confesión grabada y firmada, ya sabes cómo son los activistas y reporteros de insistentes para echarnos en cara hasta nuestros aciertos.

-Si es que los tenemos...

-Lo que quiero decir –continuó Reynaldo, sin dar mucha importancia a la interrupción de Judith-, es que ese tipo no había dicho palabra alguna hasta que llegaste, lo cual es buena señal. Tal vez decida confesarse contigo y así evitaremos todo el juicio y demás tonterías. Lo que quiero es dar resultados cuanto antes, y si es cierta la sospecha de que es el responsable de los otros asesinatos, podemos dejar de agrandar nuestra colección de misterios sin resolver, ¿me explico?

-Creo. Pero no deja de sorprenderme la facilidad con que habla de muertes y fatalidades, como si fuera cualquier cosa.

-No se confunda Judith –el tono severo que Reynaldo adoptó la desconcertó-. Lamento los asesinatos y todo incidente que esta ciudad y sus habitantes han sufrido, pero si me pongo a llorar cada uno, la cuenta seguirá aumentando y no habrá quienes les pongan fin. Para eso estamos aquí. Al menos, algunos estamos para eso.

 

Cuando entró por segunda ocasión a la oficina, Judith sintió un clima muy diferente, casi agradable. El hombre ahí sentado la miraba con fijeza, pero era un mirada curiosa, como si la conociera de algún otro sitio y tratara de adivinar cuál. Trató de ignorar esa mirada y se dispuso a interrogarlo, poniendo el segundo café que llevaba cerca del “Cazador”.

-Bien, ya sabe mi nombre, creo que es justo que usted me diga el suyo.

-Gabriel –respondió de inmediato-. Mi nombre es Gabriel, y me da gusto conocerte, Judith.

-A mí no, así que no prolonguemos esto demasiado. ¿Sabe por qué está aquí?

-Si. Porque Dios así lo quiso. Porque tenía que encontrarme contigo.

-¿Conmigo? –la duda le asaltó por un instante, pero se contuvo de llamar y preguntar a Reynaldo al respecto- ¿Sabía que yo estaría aquí?

-No, yo no se cómo pasarán las cosas, no soy adivino. Yo sólo soy un mensajero.

-Es un asesino, según parece. Lo sorprendieron mientras le quitaba la vida a un niño.

-No, no se la quitaba. Lo estaba...

Como si recordara algo, el “Cazador” se detuvo, abrió los ojos y giró rápido la cabeza hacia su lado derecho. Judith esperó un poco para continuar.

-¿Quiere café?

-No sabes de lo que hablo, ¿cierto? Aún no te ha hablado, todavía no te ha asignado tu misión, por eso me ves como el enemigo.

-No lo veo como un enemigo, sino como un criminal, y por lo tanto necesito escuchar de su propia voz si es culpable del delito por el cual se le acusa.

-No he hecho nada malo, ¡a todas esas personas les hice un favor!

-¿A todas esas personas? ¿Qué personas?

El Cazador se sacudió en su silla y, en su intento por zafarse de sus ataduras metálicas, cayó junto con su silla, quedando sobre su costado derecho, arrastrándose hacia la puerta. Judith a penas se estaba levantando de su asiento cuando Reynaldo, acompañado de uno de los guardias de la puerta, entraron e inmovilizaron al sospechoso.

-Así que hay más víctimas, maldito. ¡Dinos cuántos más mataste, hijo de puta!

Los siguientes minutos serían bloqueados por la mente de Judith, pero Reynaldo sí tendría muy presente los golpes y patadas con que casi acribilla al presunto asesino. Cada tres o cuatro golpes iban acompañados de una pregunta, y cada pregunta sólo era respondida con silencio o algunos gemidos de dolor. Cuando el guardia se dio cuenta de que su jefe se estaba excediendo con sus métodos e intervino para calmarlo, la sangre ya cubría casi por completo el rostro del acusado y una especie de sollozo se deja escuchar a la par que el jadeo de cansancio de Reynaldo.

-Eso era innecesario.

-Me vale madres. Este tipo es un asesino, y si tengo que destriparlo con mis propias manos para que confiese, lo haré sin dudarlo –respondió Reynaldo, aún agitado y con una ira paralizante en su mirada.

-¿Qué quieren que confiese? No son sacerdotes para que me confiese ante ustedes –alcanzó a decir, con dificultad, el interrogado-. Creen que yo maté a a esa gente, pero no fue así. No las maté, les di un propósito, uno que tú pronto compartirás, Judith.

-¿Ahora amenazas a mi gente, imbécil? –una nueva patada fue colocada en el abdomen de Gabriel.

-No... no la amenazo... le estoy haciendo una promesa. Pronto, Judith. Muy pronto te unirás a mi misión, porque no es misión de uno, no. Somos varios, y poco a poco nos encontraremos, ¡es nuestro destino! ¡Es la voluntad de nuestro señor y salvador!

-¿Cuál misión? –las preguntas de Judith ya no tenían como finalidad el encontrar culpable al “Cazador”, sino saciar su propia curiosidad- ¿A qué te refieres con que somos varios?

-Creí que otros serían avisados antes que yo... a fin de cuentas, sólo soy el mensajero...

-Mejor que te calles el hocico y sólo lo abras para confesar que eres un asesino –Reynaldo era contenido en su furia por el guardia, quien con dificultad lo mantenía a distancia de su víctima.

-No... no lo soy... no soy un asesino. A esa gente no la maté, sino lo contrario, fui el instrumento para que iniciaran su nueva vida. Soy como un cazatalentos, yo sólo los recluté.

-¿Reclutas cadáveres?

-Su carne y huesos no me importan, sino sus almas. Reclutaba sus almas

Almas. Esa palabra resonó en los oídos de Judith, quien de inmediato tomó la carpeta con la información de las víctimas y revisó con rapidez y a conciencia los datos que ahí explicaban.

-Jefe, ¿notó algún patrón con las víctimas del “Cazador”?

-No. Eran personas sin historial criminal, casi inexistentes para nosotros o las pandillas de la ciudad. Sin parentescos o conexiones entre sí, ni siquiera vivían cerca. Lo único notable sería que cada vez eran menores.

-Si, eran víctimas inocentes y cada vez menores, es decir, más inocentes.

Reynaldo intentaba procesar el posible descubrimiento de Judith, y Gabriel comenzaba a sonreír, como si él ya hubiese descubierto el misterio... a pesar de que él mismo lo había realizado.

-Exacto, Judith. No podía reclutar a cualquiera, por eso fui elegido. Debía encargarme de tener a los mejores de nuestro lado.

-¿Mejores? ¿De qué lado?

-¡A los mejores guerreros! Necesitamos estar preparados para la guerra, y ellos nos superan en cantidad, así que debemos superarlos en calidad.

Tanto Judith como Reynaldo e incluso el guardia se miraron por unos instantes, confusos ante las palabras de Gabriel. Tal vez los golpes no fueran la mejor opción en posteriores interrogatorios, al menos los golpes en la cabeza.

-Estás loco. ¿Cuál guerra? ¿Y cómo irán a esa guerra tus “reclutas” si ya los mataste?

-No lo entienden... no los culpo, yo tampoco lo entendía al principio, y eso que fui elegido para entender... –con dificultad, Gabriel se intentó levantar, pero estando atado le sería imposible, así que sólo se acomodó sobre su codo derecho y miró con solemnidad a sus captores mientras hablaba- Yo soy un mensajero de Dios, soy su reclutador. Las personas que he enviado a su presencia son para ayudarnos a engrosar las filas del ejército de la luz.

Reynaldo no pudo evitar hacer una mueca de exasperación y dio media vuelta, dirigiéndose al extremo contrario de la oficina para evitar perder los estribos otra vez. Pero Judith y el guardia continuaron atentos a las palabras de Gabriel.

-La guerra siempre ha existido, es la eterna batalla del bien y el mal, la luz y la oscuridad. Antes había equilibrio, no se podía definir un ganador así sin más. Pero ahora... ahora han cambiado muchas cosas. Basta con mirar las calles de esta ciudad para descubrir que el mal ha ganado terreno y adeptos, que el equilibrio se ha alterado y eso sólo significa una cosa: el ataque es inminente. Es lo que todo ejército hace, atacar cuando comienza a cobrar fuerza y su rival se debilita, es una táctica simple y efectiva. Por eso fui honrado con la misión de reclutar, y estoy casi seguro de que sucederá similar contigo. Tú también reclutarás inocentes para Dios.

Un ligero escalofrío recorrió la espalda de Judith. Miró de reojo a su jefe, quien parecía estar lidiando con dudas diferentes a las suyas, y antes de que pudiera hacer su última pregunta al acusado, Gabriel continuó hablando con una firmeza que la impactó y mantuvo quieta en su asiento.

-Sé que me consideran un asesino, pero si pusieran atención a la ciudad que deberían proteger, se darían cuenta de que la realidad es otra. Aún si no tuviera esta sagrada misión, el sacar de este mundo nefasto a esas inocentes criaturas fue un acto de bondad. Está mal que yo lo diga, pero así es, impedí que se corrompieran en la inmundicia de la humanidad, así como ustedes o incluso yo. A mí se me concedió una segunda oportunidad, me fue asignada una tarea difícil. ¿Cree que cualquiera podría hacer lo que yo? Tuve mi dudas al principio, porque soy yo quien debe vivir con el recuerdo del último aliento de tantos hermanos de la luz... pero me sobrepuse al pensar en la finalidad. Los últimos años han sido ganancia del mal con todas esas personas y sus pecados, condenándose al infierno, tal vez a propósito... –Gabriel comenzó a sollozar, y una gota límpida brotó de su ojo izquierdo, limpiando a su paso los restos de sangre que había en su mejilla- Todas esas almas fueron a parar en el ejército de la oscuridad, la balanza dejó de ser justa, y si en este momento iniciara la verdadera batalla, perderíamos sin oportunidad alguna... Por eso necesitamos a más personas en el paraíso, y ahí sólo pueden llegar los inocentes. Por eso tuve que enviar con Dios a todas esas personas, en especial a los niños, porque necesitamos más guerreros del bien, ¡necesitamos ángeles!. Por eso he estado reclutando, y como yo, vendrán más reclutadores, tú incluida, Judith...

Nadie habló. Reynaldo había escuchado todo, pero parecía querer ignorarlo y olvidar lo sucedido. El guardia mostraba sorpresa y curiosidad. Y Judith, sin quitar la vista de Gabriel, tragó saliva. Se dio cuenta de lo razonable y convincente que le resultaba el argumento del Cazador. O más bien, del Reclutador.

7 ago 2014

Previsión

-No entiendo por qué no tienes novia.

Había perdido la cuenta de las veces que le decían esas palabras. Ni siquiera se molestó en responder al joven de anteojos a su derecha, se limitó a encogerse de hombros y beber un trago más, con la mirada perdida en la multitud que ante ellos bailaba.

-En serio, no entiendo por qué. Incluso te lo dijo mi hermana, tienes buenas cualidades, de esas estilo príncipe azul...

-Tal vez no les resulto tan guapo o atlético como intento aparentar –interrumpió con la esperanza de dejar el tema.

-No, no es eso. Mira a ese tipo –señaló a un hombre entre los bailarines en aquella fiesta-, parece extra de película de zombis, no tiene complexión atlética ni atractivo alguno, y aún así se las ingenió para andar con... ¿cómo se llamaba?

-No lo recuerdo –mintió, aún cuando recordaba a aquella mujer que había sido su pareja en secreto un par de días-, pero sé a quién te refieres.

-Pues eso, que ese tipo anduvo con ella, y no se puede decir que sea un caballero, o siquiera gracioso. Es grotesco, y te lo dice un experto en el tema. Aún así, anduvo con esa chica que no estaba nada mal, y duraron varios meses. ¿Me vas a decir que él es más guapo, atlético o mejor opción que tú?

Miró a su amigo de soslayo, no como reclamo, sólo con cierto hartazgo. Pero el joven no notó la mirada y continuó indagando.

-No lo tomes a mal, pero igual y necesitas ser más aventado. Tienes amigas preciosas, y por lo que he visto, más de una podría ser tu novia si así lo quisieras.

-¿Y si no es lo que quiero? –preguntó con cansancio. Giró por completo para quedar de frente al joven de anteojos y esperó una respuesta.

-¿Cómo que no quieres? ¿No te gustan o qué? Digo, respeto si son otros tus gustos...

-Gracioso que eres. Lo que digo es que son atractivas, sí. Y también inteligentes, divertidas y de plática amena. Seguramente debe ser un placer cada instante que uno pase al lado de ellas...

-¡A eso me refería con las cualidades! Tienes labia, sabes decir las cosas como pocos, de manera elegante. ¡Hasta rimas frases!

-Coincidencias. Y tienes razón en parte, eso de la labia ayuda mucho al momento de estar con alguien.

-¿Entonces? ¿Por qué no estás con alguien?

-No sabía que era una obligación tener pareja.

-Pues no lo es, pero definitivamente es algo que complementa a las personas.

-¿Complementa? Lo dudo, no a todos. Hay quienes estamos a gusto en la soledad.

-Tú no. Te conozco lo suficiente para saber que no te gusta estar solo. Te gusta ser solitario, pero no estar solo. Recuerdo la conferencia de hace unos meses, fuiste el primero en afirmar que la soledad es de los peores males de la sociedad actual.

-No significa que no disfrute la soledad.

-De acuerdo, te concedo eso. Pero sé que no quieres estar solo toda tu vida, se te nota en los ojos.

-¿Entonces puedes leer la mirada de las personas?

Interrumpió la respuesta con un ademán de su brazo, pidiendo brindar por el cambio de música. Fue secundado y, luego de que ambos sorbieran un poco de sus bebidas, continuaron.

-No es que lea la mirada, pero el cansancio que se nota en tus ojos revela algunos aspectos de ti. Por ejemplo, que no quieres estar solo. ¿Cómo decirlo? Te gusta tu espacio, pero quieres compartirlo con alguien.

Adelantó un trago más a su bebida. El joven de lentes miraba la pista de baile y de reojo a su compañero de borrachera. Este último suspiró y, sin apartar la vista de un vacío inexistente, respondió.

-Cierto, me gusta mi espacio y mi privacidad. Tal vez sea una consecuencia de estar sin pareja tanto tiempo, no lo sé. Pero estoy a gusto así –se acomodó en la silla-. Y sí, también es cierto que me gustaría compartir ese espacio, incluso mi vida, con alguien.

-Pero...

-Pero muchas cosas –un vistazo a su vaso medio vacío, un movimiento de muñeca para hacer que el agua de los hielos se distribuyera-. Puedo ver el futuro.

-No mames.

-No como te imaginas, al estilo vidente de bola de cristal y esas cosas, así no. Puedo verlo así como tú dices que pudiste leer mi mirada, de una manera que, creo yo, todos deberíamos poder, o siquiera intentar.

-¿Y cómo es eso?

-Evaluando.

Un silencio en su charla dio paso a una nueva canción en la pista de baile. La mirada incrédula detrás de los anteojos hizo que continuara justo donde se había quedado.

-Evalúo a las mujeres que me interesan. Lo hago desde el primer momento y hasta que logro formarme una idea de cómo es. Hay ocasiones en que tardo, algunas veces me basta cruzar un par de diálogos.

-¿Entonces puedes conocer a una mujer con sólo platicar un poco?

-Mujer, hombre, cualquier persona. No es un método exclusivo mío, ni cien por ciento seguro, obviamente, pero te da un buen panorama de las posibilidades. Tampoco es algo que se logre al primer intento, lleva su tiempo y uno se va acostumbrando a detectar ciertos patrones o señales.

-Estás empezando a hablar raro y no tengo ganas de una terapia psicológica en estos momentos...

-Tú lo iniciaste. Además, no soy psicólogo, sólo observador. Y está relacionado con el por qué no tengo pareja.

Un breve silencio seguido de aplausos les indicó que los músicos en turno tomarían un descanso, pero la música continuaría de manera artificial.

-O sea que las observas y decides que no te convienen.

-No en todos los casos. A veces soy yo quien no les conviene, otras veces sólo tenemos un chispazo de empatía que no promete durar mas de unos días u horas. Algo tan efímero no me suele resultar llamativo, y cuando logra convencerme la posibilidad, prefiero la discreción.

-¿Cómo que discreción?

-Evitar hacer pública esa relación. Nunca se sabe cómo te afectará tener un historial de cien relaciones “de un rato”.

-Bueno, pero esa cantidad ya es una exageración también.

-Puede ser, tan exagerado como quienes piensan que encontraron al amor de su vida luego de unos días de convivencia. Nunca he entendido eso, cómo pensar que podrás pasar el resto de tu vida (que suponemos serán al menos unos años) con una persona a la cual recién estás descubriendo. Te aseguro que familiares con los que convives casi a diario no te conocen lo suficiente, pero la oportunidad de conocerte totalmente y de estar contigo “toda tu vida” se la darás a una persona parcialmente desconocida.

-Ya vas a empezar de amargado –sonrió y dio otro sorbo a su vaso, ya casi vacío.

-No me puedes culpar porque la realidad sea amarga.

-Mejor explica más lo de adivino. Eso de ver el futuro no me termina de quedar claro.

-No veo el futuro, evalúo las posibilidades y hago una previsión. Es cuestión de observar a una persona, ver qué hace, poner atención en lo que dice, en cómo lo dice, incluso a quién mira cuando lo dice. Te digo, no es algo que sólo yo haga, incluso hay atajos ya predeterminados. Por ejemplo, haz escuchado eso de que no se debe hablar de un ex en las primeras citas, ¿no?

-Si, es como una ley no escrita.

-Y muy acertada. Pero alguien debió observar y comprobar los resultados antes de declararla “ley”, ¿no crees? Alguien debió poner atención en que las personas, cuando mencionan a su ex en las primeras charlas con una nueva pareja potencial, dan a entender que aún no terminan esa relación, al menos en sus pensamientos. Por ende, es dañino para la nueva pareja, pues uno de ellos seguirá atado al pasado y el otro tendrá que mantenerse en el presente por ambos, y rara vez se logra algo bueno de esas situaciones.

-¿O sea que vas a hacer tus propias leyes para las relaciones?

-Ya las hice, al menos para mis prospectos de relaciones. Hay detalles, frases, actitudes y demás cosas que las personas solemos usar cuando estamos con alguien que nos agrada. Nos delatamos en cierto modo y a propósito, queremos que nuestra pareja se dé cuenta de lo que nos hace sentir. Si las señales son adecuadas y se captan bien, esa pareja tiene posibilidades de tener una entretenida y cursi historia.

-Déjame adivinar, tú no encuentras posibilidades con las mujeres que te gustan y por eso dejas de insistir.

-No es tan simple como lo dices –respondió luego de un suspiro que parecía expulsar parte de su alma-. Con algunas sí me ha sucedido así, y lo mejor que puedo hacer es alejarme. Pero hay unos pocos casos distintos, mujeres con quienes puedo imaginarme en el futuro y con quienes creo que vale la pena intentarlo. Y también los hay en que sé que no hay futuro a largo plazo, sólo obstáculos y complicaciones que nos desgastarán a ambos... y aún así decido arriesgarme esperando equivocarme en mi previsión.

-Creo que sé con quién te sucedió eso.

Ambos terminaron con sus bebidas y pidieron al mesero que se acercaba a ellos que resurtiera sus vasos. Luego de inaugurarlos con un brindis, continuaron platicando.

-Con ella sucedió algo... curioso. Yo no tenía intenciones, ilusiones, nada. Me agradó encontrarme con ella, estaba a gusto con su compañía.

-¿Y por qué terminó como terminó?

-Porque me ilusioné –dio un trago, el más prolongado hasta el momento-. Cuando comencé a conocerla mejor, me di cuenta de que el largo plazo sería complicado entre nosotros. No necesariamente sería letal, sólo difícil de sobrellevar. Pero en esos días ya me sentía contento a su lado, la hice parte de mi vida en maneras que no creí posibles con nadie, al menos en tan poco tiempo. Esa fue nuestra perdición. Bueh, la mía.

-No veo por qué fue perdición si estabas feliz.

-Porque me ilusioné con poder mantener esa felicidad. Yo sabía que, tarde o temprano, nuestras diferencias mayores emergerían y causarían fricciones en nuestra relación. Lo sabía y aún así fui tan iluso como para arriesgar la amistad que pudimos mantener desde el inicio.

-El que no arriesga no gana, ni te mortifiques.

-¿Más? –una mueca de sonrisa acompañó su respuesta- Sé que no suena muy creíble, pero lo que me duele es el haber predicho lo que sucedería y aún así continuar con mi necedad. Sabía que perdería y aposté todo. Eso es lo que me duele.

-Creí que saldrías con alguna frase cursi de que te duele lo que ella está pasando o algo por el estilo.

-Sí y no. Me dolería si supiera que ella está pasando por un duelo similar, pero sé que sobrelleva mejor la situación, es una mujer fuerte que se enfoca en vivir los momentos. Es más inteligente que yo.

La música se detuvo otra vez para dar paso al maestro de ceremonias, al cual sólo dos personas ignoraron en su discurso.

-Suena raro eso que dices. Y deprimente. El analizar las relaciones de esa manera cuando ni siquiera han empezado... no me lo tomes a mal, pero si no pudiera controlar esa “habilidad”, no me gustaría ser tú –dijo mientras giraba su silla en dirección al presentador para escuchar sus palabras.

-A mí tampoco –alcanzó a susurrar antes de terminar su bebida de un trago.