30 dic 2010

Líneas Paralelas

- Ya sabes por qué te cité aquí, ¿cierto?
La mirada de Gerald sorprendió a Lois. Nunca antes había tenido esa sensación de escalofrío con él. Ahí, frente a frente en la mesa, parecía estar lidiando con un extraño en vez de con su novio, amante, o cualquier definición que quedase adecuada para su extraña relación.
Si la llamada a medianoche no había sido suficientemente desconcertante, el cuadro se completaba al haberla citado esa tarde en el restaurant italiano que solían frecuentar al iniciar su noviazgo, sin mencionar más. Algo raro había en el comportamiento de Gerald que erizaba la piel de Lois.
- No, no lo sé. Anoche ni siquiera me dejaste…
- Terminar de hablar. Lo sé- Gerald se inclinó un poco hacia el frente, como si fuese a contarle un secreto-. Es que no quería preocuparte a esas horas.
-Es broma, ¿verdad?- Lois ahora comenzaba a tomar una actitud más inquisitiva- Con eso me preocupaste mucho más. ¿Qué sucede, Gerald? ¿Por qué tanto misterio?
- No es misterio… Más bien… –Gerald posó sus codos sobre la mesa y juntó sus manos, como si estuviese a punto de hacer una plegaria religiosa- No sé de manera sutil alguna para decir esto, así que lo diré directamente. Lois… debemos terminar esta relación… Ya no me siento como al inicio, feliz por la novedad de conocerte, o ansioso por volver a escuchar tu voz, ya no encuentro satisfacción contigo en ningún sentido. Carajo, ya ni siquiera en el sexo…
Lois ya esperaba lo peor desde el momento en que Gerald había posado los codos en la mesa. No era algo propio de su comportamiento. En cuanto escuchó la frase “Debemos terminar esta relación”, su corazón pareció detenerse bruscamente, sus manos comenzaron a temblar discretamente pero con intensidad, sus ojos se inundaron de lágrimas y su garganta pareció cerrarse.
- ¿Qué?- a penas alcanzó a pronunciar el monosílabo sin atisbo de vacilación.
- Lo que escuchaste. Quiero que dejemos de vernos definitivamente. Así será más fácil enfrentar esta situación. Seamos sinceros Lois, llevamos meses jugando a ser amantes sin ser totalmente amigos. ¡Ni siquiera podemos definir el tipo de relación que tenemos! Por eso quiero terminar con ello y alejarme de ti cuanto antes, para evitar una monotonía mayor de la que ya nos ha estancado.
- ¿Terminar? ¿Así de simple?- la voz entrecortada de Lois pareció retumbar en todo el lugar, logrando incluso que algunos comensales dirigieran discretamente su mirada hacia la mesa de la pareja- Luego de estos meses, ¿simplemente será así?
- ¿Y de qué otra manera? ¿Querías un poema acaso?
La ira comenzó a invadir el corazón de Lois ante el tono sarcástico y distante que Gerald había utilizado. No podía creer lo indiferente que se comportaba ante lo que, para ella al menos, era la relación de mayor importancia en su vida. Esos meses juntos, de compartir sus deseos y siempre estar al pendiente uno del otro, los paseos interminables, las cálidas noches compartiendo la cama, las pláticas acerca de nada, los jugueteos a toda hora del día, las preocupaciones y problemas superados, todo aquello que había sentido como una experiencia única, en ese momento sólo le causaba dolor.
Sin embargo, Gerald no parecía estar tan afectado. Contrario a Lois, su semblante no mostraba alteración alguna, salvo una pequeña mueca en su rostro que parecía transmitir hastío. Aún con las manos juntas y sobre la mesa, miró a Lois, que ya se alistaba para retirarse.
- ¿Lo ves? Esa impulsividad tuya… una de las tantas cosas que me hicieron pensar en terminar lo nuestro. No puedo vivir con tus traumas, ni con tus excesos, ni con tus impulsos, ni contigo, no más. Mucho tiempo perdí a tu lado soportándote y no quie…
- ¿Mis excesos e impulsos? ¿Esos que me convirtieron en tu tentación?- la voz de Lois ya no sonaba entrecortada, sino iracunda y mucho más elevada de lo que Gerald hubiese querido- Hace tiempo exaltabas esas cualidades, y ahora las ves como defectos. ¿Acaso ya no soy deseable para ti? ¿o simplemente “suficiente”?
- Lois, escúchame un instan…
- Te escuché desde que te conocí, ¡incondicionalmente te escuché! Lo hice creyendo que en ti había encontrado al hombre que podría hacerme feliz, ese príncipe que desde niña soñaba tener. Me entregué en cuerpo y alma a ti y tus deseos, estuve al pendiente de ti cuando nadie más lo estuvo, aunque eras un fracasado en aquel entonces… Bueno, lo sigues siendo hoy en día. Pero no es eso lo que me duele con esta “decisión” tuya…
Gerald miraba de reojo y con cierto nerviosismo a su alrededor. No tenía planeada una escena como la que se estaba efectuando. No debía ser así.
- Lo que me duele, Gerald, es que siempre creí que el sentimiento era mutuo. Me engañaste muy bien. Todo este tiempo viví en la fantasía de que eras el hombre perfecto, que mi sentimiento era recíproco, que estarías conmigo de la misma manera en que yo estuve contigo… pero no. Resulta ser que eres igual o peor que los demás. Entraste a mi vida como nadie antes, me enamoraste, creaste paraísos terrenales donde estaríamos siempre juntos… y ahora quieres terminar con todo, ¡así sin más! ¡como si de un juego se tratara! ¡Pues será en lo último que te daré gusto Gerald!
Lois tomó su bolso y abrigo al tiempo de se levantaba de la silla. Gerald intentó detenerla, pero un golpe de ella en su mejilla izquierda frustró su acción, logrando que perdiera el equilibrio y cayera al a suelo. La mujer lo miraba con un odio de magnitud solo comparable al amor que le había tenido en los meses pasados, intentando contener un nuevo ataque, costándole la capacidad de respirar normalmente. Inhalaciones entrecortadas y delirantes eran el único sonido que Lois podía emitir en esos momentos, por lo que dejó los insultos para otra ocasión.
- Cuídate mucho Gerald.
- Tú también Lois.
- No, no es despedida, es advertencia. Cuídate mucho, porque sabes de lo que soy capaz cuando alguien me daña, y tú, maldito desgraciado hijo de puta, me has hecho de los peores daños que pude imaginar.
Tras completar su última amenaza, Lois salió del restaurant rápidamente y aún con problemas al respirar. En tanto, Gerald seguía en el piso, mirando atónito la puerta por donde había salido la mujer que tanto amaba. Aún aturdido, se levantó y pidió disculpas a los ahí presentes, mientras se dirigía al sanitario.

El baño de hombres parecía estar vacío cuando Gerald entró. Sin embargo, oculto tras una de las puertas estaba esperándolo Raskul, quien miró de pies a cabeza a su compañero.
- ¿Y bien? ¿Fue como estaba planeado?
- No del todo- sin mirar a Raskul, Gerald se dirigió al lavamanos y escupió-. Pero el resultado es lo que importa, ¿o no?
- No vengas de nuevo con reclamos infantiles, Gerald. Bien pudiste conservarla mientras cumplías tus deudas.
- Raskul- Gerald abrió la llave del agua y, mientras enjuagaba sus manos, miró por el espejo al hombre que esperaba a sus espaldas-, no hables de ella como si fuera un objeto, por favor.
- Acabas de terminar con ella de una manera… digamos ridícula y extremista, para no sonar ofensivos, ¿y me haces esa petición?
- Sí. De mi di lo que gustes, pero de ella no hables mal.
- Todo un caballero como siempre. Entonces, ¿por qué todo este show? ¿Por qué no terminar las cosas tranquilamente y evitarle tal sufrimiento y coraje a Lois? ¿No dices quererla mucho?
Gerald giró la cabeza para mirar a Raskul. Conforme hablaba, avanzaba hacia él hasta quedar a sólo dos pasos de separación.
- Porque la quiero mucho es que hice esto. La conozco muy bien. Siempre tuve la sensación de ello, y con el paso del tiempo me di cuenta de que esa sensación no sólo era correcta, sino también recíproca. Casi desde que nos conocimos pude saber cómo era realmente, y sé que ella también sabe como soy.
- Si lo que querías era explicarme tus motivos, no lo estás logrando.
- Mira, Lois y yo somos como almas gemelas. Tenemos gustos casi idénticos, compartimos los mismos sueños…
- Son la pareja perfecta- Gerald asintió con resignación y un esbozo de sonrisa-. Y entonces ¿por qué dañarla de esa manera? ¿Para qué hacerle creer que eres un desgraciado?
- Porque no podía ser de otra manera- de nuevo se dirigió al lavamanos y se apoyo en el borde, mirando fijamente su reflejo-. Si le contaba la verdad, habría querido seguir a mi lado, y lo peor es que yo no se lo hubiese impedido, porque también querría estar con ella. Si quería protegerla de lo que viene, tenía que distanciarla y mantenerla lejos de mí pero a salvo.
-Y eso lo logras…
-Haciendo que me odie- no fue bien disimulada la sorpresa que tal frase produjo en Raskul-. De esa manera, sé que estará a salvo y seguiré sabiendo de ella, porque va a querer vengarse por el rompimiento. Seguramente en un par de días estará saboteando mi correo, hará destrozos en mi departamento… pero eso será mínimo para mí, porque seguiré sabiendo de ella sin preocuparme porque la relacionen conmigo, al menos en una buena manera. Si alguna conexión encuentran entre nosotros, será de rencor, y eso evitará que la usen en contra mía o como rehén.
- Estás loco Gerald. ¿No era más fácil pedirle que fingiese eso?
- No. No podría fingirlo. Nos queremos demasiado como para fingirnos odio. Debía ser espontáneo, convincente. De lo contrario, en cuestión de días irían tras ella para sacarle información, o peor aún.
- Pudiste haberla traído. Nosotros la protege…
- No del todo, y además, la involucraría demasiado. El objetivo es que seamos la menor cantidad posible de personas, ¿o no es eso lo que me dijeron?
Raskul lo miró de nuevo, sopesando sus palabras ante el hombre que estaba a escasas horas de ser su compañero.
- Líneas paralelas- un instante de silencio dio suspenso a la frase de Gerald-. Nuestra relación era como las líneas paralelas. Somos iguales, vamos en la misma dirección, y podríamos estar muy cerca uno del otro… pero nunca se cruzarían nuestros caminos en realidad. No estamos destinados a ello, sino a seguir cada quien un sendero diferente.
- Bueno, finalmente es tu relación, tu alma gemela, y por ende, tu decisión. Si quieres hacer así las cosas, no tengo problema alguno, pero debes afrontar las consecuencias, porque si esa mujer es la mitad de como la describes, entonces acabas de cometer el peor error de tu vida- Gerald miró a Raskul y luego bajó la mirada, consciente de la apuesta que había hecho-. Vámonos, que se hace tarde y los demás en el restaurant no te mirarán muy bien que digamos. Ah, y sécate la cara, no te enjuagaste bien.
- No me lavé la cara.
Raskull abrió la puerta del sanitario y, sin mirar atrás, respondió secamente.
- Entonces aprende a controlar tus lágrimas como lo haces con tus expresiones.

Kaiser – 30/12/10

17 nov 2010

Sueños

Una taza de café más. Creo que es la sexta de la noche y recién el reloj ha marcado la una de la mañana. Siento los efectos de la cafeína recorrer mis venas, desencadenando el ligero tic nervioso de mi pierna derecha, ese en el cual tamborileo como si de un concierto de heavy metal se tratara. Puedo percibir esa sensación característica de la bebida, como una ligera descarga de adrenalina que sacude mi cuerpo, avanzando como veneno. Pero este no es veneno, sino todo lo contrario. El café es lo que me ha mantenido de pie, vivo.
Es ya la tercera noche que estoy así, con los ojos vidriosos, casi rogándome que les permita descansar. Me han hecho notar lo demacrado que me veo tras estos día sin sueño, pero no puede ser de otra manera. La sangre agolpada en ellos no ayuda mucho a mi apariencia desalineada, confiriéndome un aspecto similar a un adicto. Lo admito, en estos momentos, el café podría ser mi adicción, pero lo juro y repito aún a sabiendas de que es el argumento principal de los adictos, no es vicio, es necesidad. Necesito el café para poder vivir, al menos con cierta tranquilidad.
En condiciones normales, es probable que yo mismo me dejara sucumbir ante el sueño y cansancio que me agobian, pero no me encuentro en condiciones normales. Al parecer, nunca lo estuve.
Quisiera decir que me mantengo despierto por simple insomnio, porque al recostarme en la cama no puedo despejar mi mente. Quisiera decir eso, que fuera verdad, que es mero insomnio, esa supuesta enfermedad o trastorno que a tantos afecta en la actualidad por el estrés. Pero no es así, esto no es por insomnio.
Incluso me gustaría responder a esas preguntas de mis amigos y seres queridos, a esos cuestionamientos acerca de mi estado de salud por el tiempo que llevo sin dormir, con una sonrisa boba o con mi ceño fruncido. Cualquiera de las dos opciones sería válida para decir cansadamente que es el exceso de trabajo lo que me impide dormir. Ojalá les pudiese responder así, ojalá que fuera eso y no mi maldición lo que me orillará a privarme yo mismo del mundo de los sueños.
Sueños. Ese es el motivo de mi renuencia a dormir. Los malditos sueños que tengo, esos que desde hace años se hicieron presentes en mi vida y que ignoré por las creencias que me inculcaron. En mi ignorancia y fantasía, siempre los creí pequeñas ilusiones, deseos de aquello que mi inconsciente buscaba encontrar algún día de mi vida. Quise creerlos así, pero el tiempo me ha dado una bofetada enorme al mostrarme la realidad. Mis sueños no reflejan lo que deseo, son en realidad pequeñas profecías, vistazos al futuro.
Sé que muchos piensan que eso es algo bueno, un don, un privilegio, una especie de ventaja en la vida, inclusive un medio para controlar mi destino a través de la manipulación o prevención de mis sueños. Me lo han dicho muchas veces, pero créanme, no es tan sencillo. De hecho, más que una ventaja o herramienta, es un tormento constante, un verdadero calvario el tener esas visiones de lo que sucederá, especialmente porque no puedo, nunca he podido, hacer algo por modificarlas. Lo que sueño se hace realidad y yo no puedo evitarlo; una vez que aparece en mis sueños, es cosa de tiempo para que se cumpla. Es por esto que quiero dejar en claro algo: no todos los sueños son buenos, no todos deben hacerse realidad. Hay sueños que jamás deberían cumplirse…
Por ello es una maldición para mí, aunque no puedo definir cuándo comenzó todo. Recuerdo que cuando era niño llegó a suceder, pero mi edad me impedía rebasar los límites de su significado. Nunca imaginé la verdad, y si acaso lo hice, desechaba la idea por creerla simple influencia de la televisión o las películas que veía. En estos días me he cuestionado acerca de lo que hubiese sucedido si en ese entonces supiera lo que hoy sé, pero la respuesta que encuentro cada vez que me hago esa pregunta es la misma, y sólo me aterra más.
Recuerdo que, cuando llegó a suceder en mi infancia, las predicciones eran bastante simples, inclusive muy claras. La nitidez con que recordaba mis sueños sorprendió a más de uno de mis familiares y conocidos, pues dicen que pocos tienen tal capacidad, ese don, como insisten en llamarle. No soñaba todas las noches, y los sueños que llegaba a tener no siempre los contaba a otros. Las temáticas más recurrente eran la escuela, el plano afectivo de mi vida o circunstancias cotidianas que no tiene caso mencionar por su simpleza, y en ese entonces le restaba importancia a la consumación de mis pequeñas profecías. Les justificaba diciéndome que lo acontecido en mis sueños era algo que deseaba mucho, que por eso se hacía realidad. Ya saben, ese tipo de frases de cuentos de hadas, películas infantiles y libros de autosuperación.
Por supuesto, en ese entonces soñaba con ganar o perder en los juegos, con lograr pequeñas proezas infantiles, y sólo a veces, con situaciones un poco fuera de lo común. Mi mente reducía mi mundo a lo más inmediato, y por ello, lo poco que conocía me parecía el universo completo. Es la única justificación que encuentro para haber soñado con cosas que ahora me parecen tan simples comparadas con lo que ahora me presenta mi inconsciente al dormir.
Con el paso del tiempo, los sueños se hicieron ligeramente más constantes, pero la gran mayoría los olvidaba al amanecer. De ahí que tanto mi familia como yo perdiéramos interés en esa “cualidad” (me rehúso a llamarle “don”, no lo es en absoluto) de que mis sueños se hicieran realidad, y cuando percibía que sucedía, lo atribuía a la suerte. Grave mi error al considerarles así y no lo que eran: predicciones, muestras del destino.
Muchos años pasé así, recordando sólo algunos esbozos de las proyecciones inconscientes en mi mente, sin darles la importancia debida. Así fue hasta hace poco tiempo, ya que comencé a soñar de nuevo. Lamentablemente, hubo una variable que desapareció de mis sueños de niño. Anteriormente, era capaz de soñar logros, situaciones de éxito, pero ahora se ha eliminado esa posibilidad. Sólo sueño tragedias.
Al principio recurrí a la negación, me oculté en la creencia de las coincidencias, que mis sueños sólo eran casualmente parecidos a los acontecimientos. Pero la casualidad comenzó a percibirse más como causalidad, y cada sueño plasmado en mis recuerdos era posteriormente corroborado por todos mis sentidos al estar despierto.
En los últimos meses he soñado distintas cosas, desde pequeños pero fatídicos accidentes hasta catástrofes que han cobrado varias víctimas, e inclusive, severas traiciones de seres queridos… Todas esas situaciones las pude ver en mis sueños , y cada una de ellas ocurrió poco después. Tal vez los hubiese soportado si fuesen esporádicos, pero la posibilidad de que soñara al dormir fue incrementando con el paso de las semanas, hasta el punto de que cada noche tenía uno de estos tortuosos sueños. Conforme aumentaban mis sueños, mi deseo por dormir fue disminuyendo, pero como han de saber, mientras más se priva uno del descanso, más se es propenso a soñar. Me encontré entonces entre espada y pared: si duermo, soñaré; si no duermo, evitaré ver esas profecías, pero poco a poco iré quedando más vulnerable al cansancio de mis ojos, y en el momento en que caiga tendré un sueño largo y profundo. Mucho temo que sea ese mi último sueño...
En otras palabras, sólo estoy retrasando lo inevitable. Por eso ya no puedo darme el lujo de dormir. No me importa que la cafeína se convierta en mi nueva sangre, o que deba suministrarme constantemente dosis de azúcar. Estoy dispuesto incluso a desprender mis párpados, pero no estoy dispuesto a dormir. No quiero ver otra vez esas imágenes, los accidentes, las heridas, las muertes, el sufrimiento… Me es imposible continuar con tal tortura cada noche o cada vez que duermo, saber que el sufrimiento y el dolor están al acecho y que ni siquiera conociendo aquello que los originará podré hacer algo para detenerlos, o siquiera disminuirlos. Prefiero seguir aquí, despierto a través de cualquier método y evitar esas visiones.
La próxima vez que duerma será la última. El siguiente sueño que tenga será el último. Y es que hay algo que no le había mencionado a nadie: hace cuatro noches soñé que en mi último sueño soñaré mi muerte…
No todos los sueños son buenos, no todos deben hacerse realidad. Hay sueños que jamás deberían cumplirse…

13 oct 2010

Día 13: Verdad

No puedo hacer nada más que reír. Reír
Ahora sé qué es lo que me detenía en este limbo. Ahora conozco todo aquello que me fue ocultado desde el principio. Y ahora que lo conozco, no puedo hacer nada mas que reír.
Mi funeral inició temprano. Ella estaba al frente, con un ramo de flores, lista para ofrendármelas a manera de despedida. Los rituales acostumbrados se celebraron, y mientras el ataúd que contenía mi cuerpo fue descendiendo, ella se dejó caer de rodillas frente a él, llorando de desesperación. Luego de llegar al fondo, el ataúd fue cubierto con tierra, y poco a poco se retiraron los asistentes. Pero ella no. Ella se quedó ahí, de rodillas frente a mi tumba.
Yo me quedé frente a ella, pues aún disfrutaba sus lágrimas y sus lamentos en un sádico e inhumano placer fruto de mi paranoia y de mi deseo de venganza. Ella lloró por unos momentos más, y después reveló la verdad de lo sucedido, la verdad que pudo ser definitiva en mis decisiones, y que posiblemente me hubiese salvado de la muerte en la que ahora me he hundido.
Recuerdos sus exactas palabras:
“Si tan sólo te lo hubiese dicho… Si tus amigos hubiesen traicionado nuestro pacto… Si yo no hubiese querido sorprenderte, hoy estaríamos celebrando. Quería hacer algo por ti, algo que te demostrara el amor que te tenía, y por ello me quise ausentar un par de días, para dirigirme a tus amigos, a pesar de que ellos me pretendieran hace no mucho tiempo”
Entonces llegó a mí la revelación, igual que en mi sueño de días antes. Entonces lo supe: mis amigos hablaron mal de ella porque ellos fueron sus pretendientes anteriormente, pero prefirió estar conmigo que con ellos. Ella se quiso alejar dos días para poder preparar todo sin tener tantas presiones. Habló con mis amigos por separado para poder preparar la sorpresa, haciendo un pacto con ellos de que no me revelarían nada. Hizo todo esto por mí, porque mi cumpleaños es justamente hoy…
Y yo lo arruiné. Arruiné su sorpresa, sus planes, nuestro amor… arruiné mi vida y la de ella…
Quise llorar, pero al parecer un muerto no puede hacerlo. Quise gritar, pero nadie me escuchó. Quise disculparme con Ella, pedirle perdón por haber hecho semejantes tonterías… pero no pude hacer que me escuchara o que tan siquiera lo supiera. Mis celos fueron la condena, y ahora el último recuerdo que tendrá de mí es esa carta llena de rencor y odio, sentimientos que nunca debieron existir en mi corazón, y mucho menos hacia Ella, hacia mi musa…
Pero eso no fue todo. No, el día a penas iniciaba.
La seguí después de que dejara el cementerio, y al llegar a su casa se dirigió inmediatamente a su habitación, cerrando la puerta a sus espaldas. La vi buscar desesperadamente distintas cosas en sus cajones, bajo su cama, en su armario, en toda su habitación. A los pocos minutos, el suelo estaba repleto de fotografías mías y nuestras, fotografías que nunca supe que había tomado pero que ahí estaban. Desde antes de hablar, ella ya se había fijado en mí.
Estaba asombrado, pero sus acciones no habían concluido aún. Tomó todas las fotografías y las llevó hasta el baño, dejándolas caer sobre la tina. De inmediato, abrió la llave del agua, y dejó que se ahogaran los recuerdos, que algo más que sus lágrimas cubrieran y bañaran mi imagen por última vez. Sí, por última vez…
La vi desnudarse. Mi fantasía era ver caer sus ropas con delicadeza y lentitud, pero sólo la vi despojarse de sus prendas con rapidez, con urgencia diría yo. Luego, entró en la tina, rodeándose de las fotografías, y tomando una en la que los dos nos abrazábamos. Apretó esa foto contra su pecho desnudo, la miró con sus ojos aún empapados por sus lágrimas y por el dolor, y besó mi rostro en la fotografía, con un amor que nunca imaginé que existiera.
Yo seguí mirándola, sin poder hacer nada, gritando por que se detuviera, porque olvidara que había muerto y que olvidara ese amor. Ahora que sabía la verdad, ahora que sabía que todo había sido mi culpa, le pedía, le imploraba, le rogaba que no hiciera la misma estupidez que yo hiciera cuarenta y ocho horas antes… pero mis súplicas fueron en vano…
Tomó una navaja, no sé de donde, no la vi. Mi mirada estaba concentrada en sus ojos, deseando con todas mis fuerzas que la cordura no la abandonara como lo hizo conmigo. Vi como acercó la navaja a su muñeca, a la izquierda, como yo. Escuché como el agua comenzaba a desbordarse de la tina. La vi a Ella presionar su piel con el metal. Escuché sus últimas palabras, un simple “Te amo. Como prometí, estaré contigo en tu cumpleaños”
La vi desangrarse. La escuché dar su último suspiro. La vi morir…
Esperé por ella, creyendo que me encontraría en este limbo, como si fuese una escena de película. Y entonces recordé que en el limbo sólo estamos las almas en pena…
Por eso, sólo puedo reír. Pero mi risa es de histeria, de locura, de dolor. Mi paranoia y mis celos crearon toda la confusión. Sus buenos deseos e intenciones puras nunca debieron ser puestas en duda por mi estupidez. Sólo puedo reír porque la mayor imbecilidad que pude cometer la cometí. No sólo perdí al amor de mi vida, sino que lo alejé, me despojé de mi vida, y después de ello, miré cómo se consumaba la de Ella…
Ni siquiera en la muerte podremos estar juntos. Muy caro pagaré mis estupideces.
Sólo puedo reír…
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13 Días
Kaiser - 2005