28 feb 2011

Saurios

Por alguna extraña razón, los dinosaurios estaban entendiendo lo que ese hombre decía. El pequeño aparato que sostenía en una de sus manos parecía ser el responsable de ello, pues cada que hablaba, lo sostenía con firmeza frente a su boca. De cualquier manera, lo que importaba es que los sonidos que emitía ahora tenían sentido para ellos.
- Bueno muchachos, ¿qué deciden? Este viaje que les ofrezco será una experiencia única para ustedes, pero deben decidir ya.
El desconcierto y el silencio reinaron entre los dinosaurios. Tenían ante ellos una oportunidad, el conocer su futuro, pero el precio era no poder regresar nunca. ¿Acaso la vida de las épocas venideras sería mejor? Nadie pudo responderse esa pregunta, pero dentro de ellos había una sensación extraña, una especie de ilusión positiva que no sabían explicar. Si el hombre del megáfono hubiese sabido de ese sentir, les habría explicado que se trataba de la fe.
Uno de los dinosaurios se acercó con cautela al hombre en señal de que aceptaba la propuesta. El hombre no podía entender lo que en sus gruñidos intentaba decir, ya que el megáfono sólo estaba diseñado para traducir el lenguaje humano a otros y no viceversa. No obstante, el acuerdo parecía estar terminado, así que pulsó una pequeña secuencia en el teclado de su cápsula de seguridad. De inmediato, el enorme objeto a sus espaldas, el transporte que había sido capaz de hacerlo regresar a la época en que los dinosaurios poblaban la tierra, abrió una de sus compuertas con espacio más que suficiente para que el animal entrara. Temeroso, siguió su camino observando con cuidado toda esa tecnología desconocida. En realidad, la tecnología como tal le era ajena.
El hombre dirigió una sonrisa al resto de los saurios y preguntó por el megáfono si alguien más quería unirse al viaje. Sólo dos más respondieron al llamado y se internaron en la "nave" junto a su compañero de era. Los demás quedaron a la expectativa de lo que sucedería a continuación, habiendo incluso algunos alistándose para atacar en caso de ser una trampa.
Por última vez, el hombre habló. Agradeció que lo escucharan y se subió a su transporte, prometiendo regresar de ese viaje de exploración en cuanto pudiese. Un ademán acostumbrado en las despedidas seguido de un fuerte rugido proveniente de los motores de la nave fue el adiós de aquel hombre y de los tres dinosaurios que habían decidido acompañarle a explorar el futuro.

El hombre seguía presumiendo su proeza. Los premios, felicitaciones, alabanzas y propuestas no habían dejado de llegarle desde el día de su viaje. Los incrédulos seguían asombrados ante lo que ese pseudo-científico había logrado, y más aún con las pruebas que había conseguido en su viaje: tres dinosaurios vivos.
Sin embargo, el gusto duraría poco tiempo. A pesar de todas sus consideraciones y cálculos acerca de la esperanza de vida de aquellos monstruos de la antigüedad, nunca consideró el factor de la contaminación. Supuso que, así como él y el resto de las personas, a los dinosaurios les llevaría poco tiempo habituarse al smog de la actualidad. Magno error.
Al finalizar el primer día, el triceratops había caído desmayado ante su impotencia por respirar. Antes de la mitad del segundo día, el iguanodonte ya sufría pequeños pero constantes espasmos ocasionados por la insuficiencia respiratoria, y el triceratops no había soportado más el aire contaminado. Sólo el tiranosaurio seguía de pie, sin mostrar afectación alguna. Esto intrigó al científico viajero del tiempo, quien se dispuso a hacer una pruebas.
Lamentablemente, era eso lo que el saurio esperaba, que su captor estuviese a su alcance para poder destrozarlo contra los barrotes de su prisión. Esto sólo fue el inicio de un pequeño infierno que se desató, en el cual murieron cientos de personas, otras tantas fueron devoradas y miles más quedaron lesionadas. Sin embargo, el esfuerzo y la falta de verdadero oxígeno menguaron drásticamente las capacidades del tiranosaurio, haciéndolo caer a las pocas horas de que escapase.
Mientras el cansancio y el dolor de las balas le recordaban que su muerte estaba cerca, se preguntó por sus compañeros. Desde que llegara al "futuro", no notó indicio de que sus similares, pero creyó que estarían en otra zona, una muy lejana de preferencia, donde no los tuviesen encerrados.
Al poco tiempo sintió la presencia del iguanodonte, y mientras ambos yacían en el suelo de asfalto, se preguntaron si sus compañeros habrían vivido plena y felizmente, como solían hacerlo antes de que el hombre llegara…

Ya había pasado algo de tiempo desde que sus compañeros acompañaran a aquel ser extraño que decía venir del futuro. Sin embargo, el optimismo y la ingenuidad seguían entre ellos, suponiendo que estarían en mejores condiciones, que vivirían más y mejor, y que por ello no deseaban regresar aún.
En esa divagaciones estaban varios de los dinosaurios cuando un sonido desgarró el cielo y llegó hasta ellos. No se dieron cuenta hasta que ya era demasiado tarde para huir o incluso, esconderse. Una inmensa roca descendía sobre ellos para aniquilarlos.

Kaiser – 27/02/11
*Para Iselle.

1 comentario:

Akuma No Mi dijo...

:( cuento triste. Gracias tú. Me gustó, me puso triste, pero me gustó. :*