19 may 2010

Lo que sé

Una taza de café más. Es la séptima desde que empecé a escribir. Mis dedos sólo se han detenido para eso, para servir en mi taza un poco más de esa bebida oscura que, irónicamente, aclara mis pensamientos. La descarga de la cafeína y el azúcar me han mantenido vivo las últimas 6 horas. Bueno, eso y el deseo de terminar de escribir.

Las ideas siguen golpeando cada rincón de mi cabeza. La sensación de que mi cerebro es una bomba de tiempo no ha cesado ni un instante desde esta tarde. Nada volverá a ser igual para mí, y tampoco lo será para las demás personas en cuanto vean mi artículo publicado.

Sí, la verdad saldrá a la luz. La opresión no seguirá presente en esta ciudad. Mi ciudad. Mía y del resto de las personas que aquí han decidido (o en algunos casos, se han visto obligadas) hacer sus vidas.

No habrá más de ellos y de sus discursos "tranquilizadores" con mentiras en cada frase pronunciada. Se extinguirán aquellos signos de corrupción que se encuentran escondidos en lo más profundo del sistema y su interminable esquema jerárquico. La escoria de la sociedad quedará al descubierto y, si logro poner mi artículo en la edición impresa de mañana, la gente que ha sido pisoteada y menospreciada desde hace un siglo (en realidad, desde siempre), se alzará contra los asquerosos engendros que se hacen llamar representantes y defensores del pueblo, y que realmente son manipuladores del mundo. Sí, la revolución empezará.

No me gusta alardear, pero en verdad será un artículo increíble, algo que nadie ha escrito ni visto jamás. Tan seguro estoy de eso, que me atrevo a asegurar que será el chispazo necesario para encender la bomba. Sólo eso se necesita, un detonador, el resto del explosivo ya está armado, y se encargaron de ello precisamente quienes más dañados saldrán.

Aún pienso qué hubiese pasado si seguía mi decisión primera, la de salir de ese edificio a penas terminara la conferencia. No habría visto los secretos que ahí resguardaban con recelo, ni las verdaderas caras de esos hipócritas. Admito que previamente desconfiaba de muchos de esos "peces gordos", pero nunca me imaginé quiénes estaban detrás de todo, ni sus verdaderas razones. Y al mismo tiempo, me parece tan obvio ahora que hago el recuento de esa anécdota...

En fin, no me preocupa ya. De igual manera, sé que vienen por mí. Sé que entrarán dos personas al edificio mientras otros dos esperan en el auto discretamente estacionado enfrente de la puerta principal. Sé que subirán las escaleras con el mayor sigilo posible, y que ignorarán los ruidos del resto de los departamentos. Sé que saben dónde vivo. Sé que tienen manera de abrir la puerta sin que me de cuenta, y sé que la posición en la que he acomodado la computadora donde escribo es la ideal para que descarguen un par de balas de sus armas entre mis ojos sin que yo tenga la mínima oportunidad de levantar siquiera la cabeza para ver de quién se trata. Sé todo eso, y aún así continúo mi trabajo. Lo único que me importa en este momento es terminar mi artículo, debe ser visto por todos.

Sin embargo, ha sido un pequeño sonido, un "click" ajeno a la computadora, lo que me ha despertado de la ilusión. Ahora sé que nadie leerá mi artículo.

¿Por qué lo sé? Porque aquello que ví esta tarde es más grande de lo que siquiera imaginé. Lo sé porque ellos mismos me lo dijeron. Ellos sabían lo que iba a pasar. Conocían mis acciones antes de que las realizara. Sabían que saldría de ahí corriendo, e incluso se dieron el lujo de permitirme huir con unas horas de ventaja. Sabían que llegaría a mi departamento y de inmediato comenzaría a escribir acerca de lo sucedido, relatando con detalle las revelaciones que dentro de ese lugar me fueron hechas. Sabían qué escribiría y que los efectos de la cafeína y el azúcar, sumados a la impresión que se mantendría en mi mente, impedirían que fuera lo suficientemente razonable para evitar el destino que ahora sabía gracias a ese "click" en la puerta de mi hogar.

¡Ellos sabían que yo sabía! Por eso fue que me dejaron ir, porque era inevitable todo. Sabían que a pesar de la premura y la emoción, tardaría en redactar mi artículo revelador por cuidar de los detalles. Sabían que no me atrevería a compartirlo con nadie hasta que estuviese terminado. Sabían que no tendría tiempo de enviarlo a la editorial, ni siquiera de publicarlo en mi blog personal. Sabían que después de matarme podrían borrarlo de mi computadora y simular que nada había pasado.

Ellos ya sabían que nunca nadie leería mi artículo...

Kaiser - 19/5/10

17 mar 2010

Entrevista

Así que quieres hablar de locura. Quieres hablarme de locura. Hablarme de locura a mí… Bien, pues hablemos de ello.
Podríamos empezar definiendo lo que es la locura, pero la verdad serían monólogos muy extensos y llenos de términos especializados e incluso algunos coloquiales. Y al final, ¿de qué serviría? Pues de nada, porque no toda la locura es del mismo tipo, ni del mismo grado, ni siquiera en el mismo sentido. La locura es relativa, y cada persona tiene su concepción de la misma. Hay quienes están locos y creen que el mundo es de una forma distinta al que todos los demás ven. Hay locos que simplemente son un caos andando, y que a ese caos que realizan, o que intentan realizar en la mayoría de los casos, le justifican alegando que es parte de su locura. Incluso están los famosos locos de amor, que simplemente pierden contacto con la realidad al entrar en un mundo de ilusión generado por una persona. Así que ponernos a definirla sería exhaustivo y sin sentido, en especial si consideramos las causas ¿no crees?
Pongamos mi caso como ejemplo. La locura que se ha desarrollado, o más bien, la que he desarrollado, podría tener miles de razones. En mi vida he visto y hecho muchas cosas, y sé que varias de ellas podrían considerarse como traumatizantes. Sin embargo, no hay una en específico, por más grande que pudiera considerarse, que tome el papel de “semilla”. No. Han sido todas en su conjunto; si acaso, podría decirse que ha sido una la que hiciera estallar todo. Pero todas han sido causa, y habrá más que serán consecuencia.
Entonces, un detonador. Hubo algo que me hizo enloquecer, que fungió como parte aguas en mi vida, y que finamente desencadenó esto. No me preguntes qué fue, porque no sabría la respuesta. Sé que fue en algún momento de los recientes años, pero no puedo precisarlo. Sólo sé que, repentinamente, mi cerebro sufrió una metamorfosis instantánea, o tal vez fue gradual y yo no la noté en mucho tiempo, pero todo cambió. Fue definitivo, y no hubo marcha atrás. Es curioso, pero lo sentí como una válvula de escape. En cuanto me di cuenta de que estaba loco, sentí un gran alivio, y mi mente comenzó a aligerarse en pensamientos. Todo pasaba deprisa en mi mente, y lo más interesante es que entendía absolutamente todo lo que en mi cabeza sucedía: el flujo de ideas del que antes carecía ahora no sólo se hacía presente, sino que cobraba una fuerza imponente.
La fuerza que tiene la locura es impresionante en verdad. Un simple destello de esa locura es capaz de quebrantar todos los valores y principios que uno pudiese haber tenido a lo largo de su vida. Puede destruir desde sus cimientos la moralidad de una persona, y con ello, encaminarle a realizar acciones nefastas, atroces, inhumanas, indescriptibles… vaya que si lo sabré. Lo mejor de esa locura, de la verdadera locura, es que viene acompañada de lo impredecible. Alguien que verdaderamente está loco puede actuar de una forma durante algunos minutos y repentinamente alterar su comportamiento de forma radical. Nunca sabes lo que es capaz de hacer un loco.
Así pues, mi locura, o lo que yo llamo locura, se puede observar en distintas formas. Tal vez no las veas como yo, porque finalmente soy yo quien las experimenta, quien las siente, e incluso quien las genera, y tú sólo eres un espectador de mi mundo. A eso se limitan el resto de las personas que no son consideradas locas o que no comparten la locura de otros: sólo son espectadores de la locura ajena. Y se aplica a todos. Un loco es espectador de la locura de otro loco, a menos claro que sigan pautas similares, pero es casi imposible, pues difícilmente habrán desarrollado su locura en contextos idénticos.
Otro punto destacable de la locura es el subconsciente. Hay quienes escuchan voces, y esas voces son las que les dicen qué hacer. Yo no. Escucho las voces, pero no me dicen qué hacer. Sé que son mis pensamientos, y que esas voces son en realidad una personificación de mi subconsciente, deseando expresar cosas que la cordura me hace callar. Qué curioso es que la cordura sea la que nos calle y la locura la que nos haga hablar, ¿no crees?
En fin, esas voces, en mi caso, son 3. Algunos les llaman a este tipo de voces “personalidad múltiple”, y es probable que suceda así conmigo. Supongo que durante mi vida he tenido que fragmentar mi comportamiento en el bueno, el malo y el racional. Lo curioso de estas personalidades es que no las tenía de niño, o al menos no las conocía. Como te dije, hay un detonador para la locura, y creo que fue en ese momento en el que noté que mis pensamientos estaban divididos en 3 vertientes.
¿Alguna vez has visto cosas que otros no ven? Yo sí, en varias ocasiones. Algunas veces son cualquier cosa, como un animal o algo parecido que pasa rápidamente en frente mío. Pero hay otras veces en que esas cosas dejan de ser objetos, y más allá de ver lo tangible, puedo ver lo que sucederá. Podría decirse que “adivino” lo que sucederá a continuación, y por ello deja de sorprenderme casi cualquier acontecimiento. Era cierto lo de hace unos momentos, cuando dije que la locura agilizaba la mente. De alguna forma logro crear una secuencia de pasos, los cuales seguirán aquellos que me rodea. Es muy curioso cuando sucede, porque desde antes de una sorpresa sé que voy a sorprenderme, pero, irónicamente, al saber que me sorprenderé, deja de ser sorpresa y todo se vuelve aburrido. Tal vez sea la razón de que muchos locos lleguen a situaciones extremas ¿sabes? Es probable que, al saber lo que ocurrirá en su entorno, buscan algo novedoso, y qué mejor para crear novedad que modificar por cuenta propia los patrones predeterminados de las acciones. Es soberbio si lo piensas: los locos son los más capaces de modificar su destino a su antojo.
Por cierto, ¿mencioné que las voces que escucho sólo puedo distinguirlas estando sólo? Por ejemplo, aquí contigo, no soy capaz de oír esas voces, ni un solo susurro de ellas. Pero en cuanto salgas por esa puerta y me quede solo, las voces aparecerán y analizarán esta plática, así como indagarán en lo que viene. Es algo inevitable para mí. O tal vez sólo sea el exceso de ocio que este lugar me otorga a cambio de mi reclusión, no estoy seguro.
En fin, creo que ya tienes una pequeña idea de mi locura. No la conoces aún, y estoy seguro que no la conocerás totalmente nunca en tu vida. Sólo espero que esta pequeña charla te haya dado algunos indicios de porqué soy como soy, de porqué he hecho lo que he hecho y el porqué pienso como pienso. Te repito, serán sólo indicios, pues comprender a un loco es imposible si no eres uno. Por ello es que hoy me hago llamar loco, porque busco entender la locura, y para entenderla debo de adentrarme en ella, aunque sea a la fuerza.
¿Por qué quiero entender la locura? Simple. Porque estoy loco...
Kaiser - 13/1/09