30 ene 2015

Un Trato

Quiero proponerle un trato. No, no estoy declarándole mi amor, aunque debo decir que me enamoré de usted desde el primer momento en que le vi.

 

Sé que no fue recíproco, y sinceramente no importa, porque sé que nunca he sido ni seré uno de esos que llaman galanes. Tampoco soy de los que se enamoran por complacer; me gusta pensar, así nada más, y por eso me enamoro pensando. Pienso en todo lo que me es posible pensar, desde los motivos que tendría para acercarme a usted, hasta los motivos que me harían alejarme; también incluyo en esos pensamientos los motivos por los que usted haría lo mismo conmigo si, obviamente, logramos tener esa conexión necesaria y que muchos se atreven a llamar “amor” sin siquiera pensarlo.

Sin embargo, y como le decía, desde que mis ojos tuvieron a su alcance la imagen tan bella que usted tan graciosa y naturalmente emite, me temo que el raciocinio quedó en segundo término, mas no olvidado. Quedé anonadado, embelesado, y otros tantos calificativos conocidos y por conocer que terminan en “ado” de los cuales no me atrevo a mencionarlos todos debido a la altisonancia que puedan poseer, pero que aún siendo tantas palabras, quieren decir lo mismo: sin palabras.

Aclarado ese punto, doy cuenta a usted de que no fue una situación ordinaria, y por eso mismo me atreví a pensar un poco más allá del presente y el futuro inmediato. Como le dije, el raciocinio quedó en segundo término, que no es lo mismo que olvidado. Así pues, me di a la tarea de fantasear en instantes, soñé como se sueña muchas veces, saturado de ideas que se dividen y complementan, y que derivan en muchas tantas más, pero apretándolas todas en sólo unos segundos. Fantasías de todo tipo cruzaron por mi mente y usted, como ha de suponer, era mi compañera protagonizando todas ellas.

Mentiría si le dijera que todas fueron de naturaleza límpida y pura, ya que no soy una persona de esa calaña. Es más, le digo de frente y sin rodeos que entre esas fantasías se encontraban varias y diversas de las que los puritanos califican erróneamente como sucias, pues le aseguro que siempre me ocupo porque sean realizadas con toda la higiene que corresponde.

Ya que también dejé claro ese punto, quiero pasar a lo que nos incumbe y que ahora mismo es motivo de que le distraiga estos valiosos minutos de su vida que, me atrevo a apostar, aún no es tan entretenida como lo sería si me incluyese en ella. No digo ni pido que me proporcione una estancia definitiva, ni siquiera una lujosa o privilegiada. Lo que digo y propongo, que no es lo mismo que pedir, es que usted y yo hagamos un trato.

Le propongo que seamos. Evitaremos esos adjetivos que las parejas de ahora insisten en tener al punto de deformar la lengua, que tan romántica fue hace siglos, combinando y generando híbridos que más allá de definir una relación, terminan por ridiculizarla. No, no caeríamos en tal vergüenza.

Seríamos usted y yo, y si ante la sociedad lo requiriésemos, seríamos nosotros, así de simple. No nos etiquetaremos como propiedad o dueño del otro, sino que ejerceremos nuestra libertad, esa quimera que sigue sin definirse del todo pero que nos deja la ilusión tan linda de que somos capaces de vivir por nuestra cuenta.

Se preguntará qué haremos mientras seamos, y esa es la siguiente cláusula del trato y que le menciono a continuación: haremos lo que queramos, teniendo siempre en mente el complacernos. Hago un paréntesis aquí, ya que debe quedar claro que complacer no es lo mismo que obedecer, y que en el trato que estamos especificando adquirirá un significado que complementará al prefijo de complacer, agregándole un partido, es decir, que se tratará de un “placer compartido”, com-placer. Lo sé, soy malo haciendo este tipo de juegos de palabras, pero no me importa el juego, sino el resultado.

Lo que hagamos mientras seamos siempre estará encaminado al propósito mencionado, sin fecha de caducidad ni cuota mínima de tiempo. Incluyo en este trato que, en el momento en que alguno de los dos considere que el objetivo no se está logrando, o que algún nuevo prospecto de asociado aparezca con un mejor trato, se permitirá al otro realizar un esfuerzo más por preservar el acuerdo, más por su convencimiento que por otra cosa, ya que ha de saber que en estos tratos, cuando ya no funciona para alguna de las partes, es difícil que pueda retomarse al punto inicial. Me temo que este es de esos tratos en los que no es posible una renovación.

Esas son las especificaciones y generalidades del trato que le propongo, directo y sin letras chiquitas. Se lo propongo porque creo que podríamos hacer un buen trato y ser para el otro lo que andamos buscando aunque nunca lo digamos. Porque siendo sinceros, todos buscamos socios por mucho que nos guste trabajar solos.

Entonces, ¿hacemos un trato?

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